El sonido de las gaviotas, el mar y el viento. Es momento de olvidarse del estrés, de las tensiones diarias y disfrutar de un merecido descanso de vacaciones de verano en la Isla de La Graciosa.
La Graciosa es el mayor de los islotes que forman el Parque Natural del Archipiélago Chinijo y la Reserva Integral de Los Islotes. Está situada al norte de Lanzarote y muy próxima a uno de los bancos de pesca más ricos del mundo, siendo ésta la principal fuente de ingresos de sus habitantes.
Separada de Lanzarote por un estrecho brazo de mar llamado El Río, esta pequeña isla es un remanso de paz y naturaleza en estado puro. Para que se hagan una idea, es probablemente uno de los pocos lugares de Europa donde no hay asfalto. Es bastante llana y cuenta con una extensión superficial de 27 Km2, lo que la hace muy fácil de recorrer ya sea caminando o en bicicleta, que se puede alquilar allí mismo.
En el paisaje sobresalen cuatro conjuntos volcánicos bien diferenciados, siendo la máxima cota el complejo de Las Agujas, con 266 metros de altitud. Cuenta con preciosas playas de arena blanca y aguas cristalinas destacando Las Conchas y La Francesa. Mención aparte merecen sus fabulosos fondos marinos que cada año atraen a numerosos buceadores que aprovechan las óptimas condiciones que presenta el islote para la práctica de este deporte, así como del surf. También en el litoral, se localizan los dos asentamientos de la isla: Caleta de Sebo y Pedro Barba. El primero constituye el núcleo tradicional, mientras que el segundo es una pequeña urbanización turística.
La isla está declarada en su mayor parte Espacio Natural Protegido de Canarias y, para su escasa superficie cuenta con muchas playas como, la del Salao, Playa de los franceses, montaña Amarilla, La Alhambra, Playa del conejo o la Playa de las Conchas que tiene unas vistas impresionantes hacia la isla de Montaña Clara. Esta última playa, que sin duda es la más bella de las de la isla es muy peligrosa para el baño, el cual está prohibido todos los días del año.
El verdadero tesoro del archipiélago Chinijo es su plataforma marina, que cuenta con una incalculable biodiversidad de flora y fauna y que ha propiciado el gran cambio para la vida de La Graciosa y sus habitantes de un tiempo a esta parte. Y es que en mayo de 1986 la zona se declaró Parque Natural Marítimo y Terrestre del Archipiélago Chinijo y en 1995 Reserva Marina, un área que con sus más de 70.000 hectáreas es la más extensa de este tipo en toda Europa. Los fondos de los islotes y los alrededores acogen un ecosistema de gran riqueza, con especies típicas atlánticas, mediterráneas e, incluso, tropicales, pero también muy frágil.
La isla no está asfaltada y las carreteras y las calles son de arena y tierra, por las que únicamente se puede ir andando, en bici o en uno de las escasas decenas de coches todoterreno que existen en la isla, los cuales operan en su mayoría de taxis.
Caleta de Sebo, que recibe al visitante con sus calles de arena en donde el tiempo no sólo parece estar detenido, sino que transmite la sensación de que nunca echó a andar.
La consecuencia de siglos de aislamiento es que La Graciosa se ha convertido en un lugar tranquilo y salvaje donde perderse, aislarse del mundo exterior y disfrutar de la naturaleza en su máxima esencia en verano o en cualquier época del año. La costa, plagada de playas vírgenes y rincones de gran belleza donde disfrutar de unos increíbles baños o de un rato de buceo, tiene sus máximos exponentes en la playa de las Conchas, frente al islote de Alegranza en la cara norte de la isla, y la de Montaña Amarilla, un auténtico regalo para los sentidos.