La isla de La Graciosa es una de las joyas paisajísticas y naturales de las islas Canarias, gracias a que ha podido mantenerse a salvo de la ambición y la especulación de quienes han querido apoderarse de ella.
Su condición de territorio de pastos comunales ha prevalecido a lo largo de los siglos.
Paraíso natural con playas solitarias. Las islas del archipiélago Chinijo adquirieron gran importancia estratégica tras la conquista de Lanzarote por el normando Jean de Bethencourt, quien, habiendo partido del puerto francés de La Rochela en 1402, se puso al servicio del rey de Castilla. Sus aguas y sus costas, sobre todo en La Graciosa y su fondeadero natural en El Río, se convirtieron en escondrijo de navíos piratas que atacaban y saqueaban el tráfico marítimo de las islas Canarias con el exterior, una vez que éstas se habían incorporado tras una larga y cruenta guerra, a la Corona castellana. Esta presencia de corsarios y aventureros pronto dio pie a la aparición de leyendas sobre tesoros piratas escondidos en los islotes, que algunos incluso creyeron y se dispusieron a buscar en épocas posteriores (hasta el siglo XIX).
Cuando en 1485 muere el marqués de Lanzarote, Agustín de Herrera y Rojas, la isla de La Graciosa es cedida “al común de Lanzarote para propios, y desde entonces, y hasta fechas muy recientes, se venía utilizando para pastar ganado, recogida de plantas silvestres, marisqueo y pesca” (González, Morín y Acosta, La Graciosa, estudio histórico y geográfico, 1996). El uso de la isla como tierra de pastos comunales lo describe el marino escocés George Glas (Descripción de las Islas Canarias 1764) perfectamente: “es una isla deshabitada y yerma, desprovista de agua. En invierno los nativos de Lanzarote llevan a ella cabras y ovejas a pastar”.
Y hasta bien entrado el siglo XX se siguieron llevando animales, incluso camellos que iban nadando (remolcados desde los barquillos) a pastar a La Graciosa. El pescador graciosero Fernando Hernández Quintero recuerda haber visto más de treinta en la isla. “Esto era un cuidadero de camellos y se traían para criarlos, porque había escasez de hierba en Lanzarote”, relata.
Camino a las Conchas
Entre las bellezas naturales de La Graciosa destaca la solitaria playa de las Conchas al norte, en el extremo opuesto de la isla de donde desembarcamos si queremos ir a descubrirla. El barco parte de Órzola (Lanzarote) a las 10.00 horas y apenas tarda 20 minutos en hacer el recorrido hasta el muelle de Caleta del Sebo. La travesía es algo movida al principio, hasta que la embarcación dobla la punta de Fariones y deja atrás sus espectaculares formas rocosas (el Farión de Tierra y el Farión de Afuera), entrando en las aguas más tranquilas de El Río, el brazo de mar que separa ambas islas.
Al desembarcar en Caleta del Sebo, iniciamos nuestro andar hacia la izquierda, por el paseo al borde del mar, hasta la playita de arena rubia y barcas varadas que hay dentro mismo del poblado, tomando entonces dirección hacia el interior atravesando las calles de arena. Apenas en unos minutos habremos dejado atrás esta población y nos encaminamos por una amplia pista, que asciende ligeramente entre arenales dejando a la izquierda la montaña del Mojón (188 metros de altitud).
La suave ascensión acerca nuestra vista a otra elevación montañosa a la derecha, Las Agujas (complejo volcánico con 266 metros de altitud en su cota más alta, la mayor altura de la isla), hacia cuyas faldas caminaremos al tomar a la derecha en la bifurcación que encontramos en el llano de la Mareta, zona con algunas huertas cultivadas. La pista de tierra nos lleva directamente en dirección a la montaña Bermeja (157 metros de altitud y un llamativo color rojizo), atravesando las hoyas de Montaña Bermeja.
Al mismo pie de la montaña se encuentra el destino de nuestro paseo a pie (o, si preferimos, en bicicleta, que podemos llevar en el barco o alquilar en Caleta del Sebo): la playa de las Conchas, enclavada en un paisaje espectacular por su condición de playa solitaria, por la atractiva vegetación que se desarrolla en esta zona de arenales y por las vistas que tiene en el horizonte: justo frente a la playa, el islote de Montaña Clara; al lado, el roque del Oeste; y algo más lejos al norte, la isla de Alegranza.
27 kilómetros cuadrados
La isla de La Graciosa (27 kilómetros cuadrados) es la mayor del grupo del archipiélago Chinijo (con Alegranza, Montaña Clara y los roques del Este y del Oeste o Infierno). Su única población permanente está en la aldea de Caleta del Sebo, comunicada diariamente por barcos de Líneas Marítimas Romero que unen las localidades de Órzola (Lanzarote) y Caleta del Sebo (La Graciosa). Entre la aldea graciosera y la playa de las Conchas hay unos 5,5 kms de pista llana que se pueden hacer en una hora y cuarto.
Aldea de pescadores
Caleta del Sebo fue fundada a finales del siglo XIX cuando comienzan las obras de instalación de una factoría de pescado. La empresa cesó su actividad antes de haber concluido estas obras, quedando allí un poblado de chozas de los trabajadores que se habían trasladado y decidieron quedarse, huyendo de la crisis agrícola en que estaba sumida Lanzarote (1885) con la caída del precio de la cochinilla. Optaron por la pesca de las ricas aguas cercanas, jareando el pescado con sal de las salinas del Río (situadas bajo el risco de Famara) hasta fechas recientes. Hoy se consume y vende fresco.